Participantes

2 de marzo de 2012

Bonita paradoja.


Comenzó a percibir comportamientos que no se asemejaban a sus recuerdos.
Se sentía perdida. 
Ya no conseguía descifrar palabras; sus gestos quedaban demasiado lejos como para interpretar. 
Algo le animaba a seguir creyendo en él, en ambos, en ella.
Por mucho tiempo resultó realmente difícil comprender que quizás, solo para ella fue real. 
Extrañaba tanto sus susurros, sus secretos, su risa, su tacto. Aquellos apelativos que ya nunca serán suyos, que ya nadie se los atribuirá.
 Esperó paciente. Comprendió el placer de lo efímero. 
Descubrió que resulta igual de excitante odiar y ser odiado; querer y ser querido.
 Desde entonces, reprime sus recuerdos.
Concluyó que las personas evocan recuerdos cuando el presente les entristece. Buscan colmar su mente de aquellos pensamientos pasados que les satisficieron, idolatrándolos.  

 Cobardes. 

Ni él, ni ambos, ni tú sereis nunca tan perfectos como imaginas que lo fuisteis.
Tras ello, todo él había cambiado. Seguía añorando su forma, sus caricias, sus abrazos. La manera en la que unicamente él, le había mirado. La diferencia es que ahora, ella era la que tenía ganas de reir, de bailar, de escribir. Tenía ganas de fotografiarlo todo, de comenzar de nuevo.

Tardas en olvidar, el doble del tiempo invertido en amar.


Pese a ello, me alegro cuando hace frío.
 Me ayuda a sentirme apartada del mundo; tan aislada, que incluso sigo recordándote cerca. 

Sí allí.
 En ese parque en el que solía anochecer todos los viernes; en el parque que nos vio anochecer. 

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